Emilia Pardo Bazán: un homenaje
¿Recuerdas tus 15 años? Aquella adolescencia del amor y el sufrimiento, de ir al colegio todas las mañanas para aguantar las clases de Matemáticas, Historia, Inglés, Lengua… El año siguiente, en 4º de la ESO, ya tendrías que escoger optativas, deberás inclinarte por letras, sociales o ciencias, pero antes, acabando el curso de 3º —pongamos que en mayo—, en clase de Lengua comenzáis el tema de la narrativa del siglo XIX. Estudias a Galdós y a Clarín, aborreces Fortunata y Jacinta, los Episodios Nacionales e incluso La Regenta. Tan solo quieres salir al recreo, te aburren los fragmentos de estas grandes novelas realistas-naturalistas, no entiendes bien nada de lo que va el tema, ves tan solo descripciones en esas líneas que te mandan leer y pertenecen a algunos capítulos significativos de las novelas, que, la verdad, no te interesan porque son muy largas y no te las vas a leer. También insisten en Vetusta, el profesor te repite varias veces «La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte…». En un pequeño recuadro del final del tema —con suerte, se trataban de un par de párrafos de una página—, Emilia Pardo Bazán. No ves textos de ella, tampoco parece muy relevante: la ignoras, no entrará en el examen.
Qué pena más grande me da pensar que esto le ha llegado a ocurrir a tantísima gente… Hoy, en el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán, tenemos que reivindicar su figura en todos los ámbitos, desde las universidades hasta los colegios e institutos. No solo porque es una escritora que defendió los derechos de las mujeres y denunció su discriminación en la sociedad española del siglo XIX, sino porque está prácticamente desaparecida de los manuales y libros de texto.
Cuando uno se enfrenta a la narrativa decimonónica, tiene delante a Clarín y a Galdós, pero en muy pocas ocasiones a Pardo Bazán. Y es algo realmente extraño, ya que si hay una literatura que puede resultar idónea para estos años de adolescencia es la de esta autora. No ya por sus novelas o su poesía, sino que por sus cuentos. ¿Cómo se le va a introducir a un joven de 16 años, al que le interesa sobre todo encajar socialmente y aprobar, la literatura del siglo XIX a través de fragmentos descriptivos de La Regenta? ¿Qué interés puede suscitar en una clase un párrafo descontextualizado de Fortunata y Jacinta?
Emilia Pardo Bazán escribió cuentos magníficos, algunos de tan solo un par de páginas, que perfectamente condensan las tradiciones decimonónicas del romanticismo, el costumbrismo y el naturalismo; cuentos en los que se ríe de algunas tendencias, parodia tradiciones, poseen acción —que ya es algo que un párrafo de La Regenta no te va a ofrecer— y tratan temas atractivos para los adolescentes. Me viene a la cabeza su cuento, «El fondo del alma», que representa a la perfección lo que he señalado.
Entonces tienes 15 años y ves, entre tantos escritores, a una escritora. Lees un cuento suyo, ves sus críticas a la sociedad y te interesa. Te interesa y la sigues leyendo, investigando un poco más sobre ella. Así, quizá, la literatura del siglo XIX llega más a los jóvenes, pero no solo la literatura, sino también la idea de que un pensamiento revolucionario será silenciado por muchos, de que cuando una reivindicación molesta es porque se trata de una injusticia.
Y así se estudiará, por encima de muchos escritores decimonónicos, a Emilia Pardo Bazán, con todos los reconocimientos que merece y que, por desgracia, aún no ha recibido por los todavía resentidos de sus acertadas reivindicaciones sociales.